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Trauma: por qué necesitamos hablar de él en el trabajo y en la vida cotidiana

Introducción: el malentendido del trauma
En España, la palabra trauma todavía genera distancia. Muchas personas la asocian con accidentes graves, guerras o tragedias extremas. Y sí, esas son formas de trauma. Pero el trauma no siempre llega en forma de catástrofe.
Como recuerda Franz Ruppert en su libro Amor, deseo, trauma, vivimos en sociedades traumatizadas. Y eso significa que no se trata de algo “ajeno” o que solo afecta a unos pocos, sino de una realidad cotidiana que influye en nuestras relaciones, en nuestras decisiones y también en cómo trabajamos.
Qué entendemos por trauma
En términos sencillos, el trauma es lo que ocurre cuando una experiencia adversa sobrepasa nuestra capacidad de procesarla en ese momento.
No depende solo del hecho en sí, sino de:
- La edad en la que lo vivimos.
- El contexto de apoyo (o soledad) que tuvimos.
- Los recursos internos que estaban disponibles.
Por eso, dos personas pueden atravesar la misma situación y reaccionar de formas muy distintas.
Cómo reaccionamos ante las experiencias adversas
Cuando nos enfrentamos a algo demasiado intenso para nuestro sistema nervioso, este activa respuestas automáticas de supervivencia:
- Lucha o huida → hipervigilancia, estrés constante, sensación de urgencia.
- Congelación → bloqueo, anestesia emocional, dificultad para decidir.
- Sumisión o complacencia → poner siempre las necesidades de los demás por delante, aunque nos desgastemos.
Son reacciones naturales, no elecciones conscientes. Pero si se mantienen en el tiempo, acaban moldeando nuestra forma de estar en el mundo… y en el trabajo.
Lo que nos enseñaron sobre el trauma
En muchas culturas, incluida la nuestra, hemos aprendido a reaccionar al trauma con frases como:
- “No fue para tanto.”
- “Tienes que ser fuerte.”
- “De eso mejor no hables.”
El resultado es que no solo vivimos experiencias adversas, sino que también aprendemos a silenciarlas. Y ese silencio se convierte en una carga invisible que llevamos a todas partes.
Trauma en la vida y en el trabajo
Aunque a menudo se piensa que el trauma “es personal” y se queda en casa, lo cierto es que atraviesa la vida laboral de múltiples formas:
- En equipos que normalizan el estrés crónico.
- En liderazgos que confunden control con cuidado.
- En culturas organizacionales donde el miedo a equivocarse bloquea la innovación.
Hablar de trauma no significa victimizarse, sino reconocer que nuestras experiencias dejan huellas y que esas huellas influyen en cómo nos relacionamos, colaboramos y cuidamos.
Por qué necesitamos nombrarlo
Nombrar el trauma es el primer paso para transformarlo. No se trata de vivir en el pasado, sino de entender cómo lo que nos pasó (o lo que no tuvimos) sigue influyendo hoy.
Al integrar esta mirada en el día a día:
- Reconocemos la humanidad en el trabajo.
- Creamos espacios más seguros y sostenibles.
- Empezamos a diseñar culturas que cuidan, en lugar de exigir aguante.
Conclusión: el trauma como punto de partida
El trauma no es un tema clínico reservado a la psicoterapia. Es parte de la vida cotidiana y de la forma en que construimos sociedad y organizaciones.
Por eso, cuando hablamos de sostenibilidad social y bienestar en el trabajo, necesitamos incluir también esta dimensión: la de las experiencias adversas que nos marcaron y las formas, a veces automáticas, en que reaccionamos a ellas.
Porque al final, cuidar también es estrategia.
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Con cuidado y con estrategia,
🌀 Cuidar también es estrategia
🎓 Psicóloga | Comunicación en Sostenibilidad & ESG