Viajar no siempre es sinónimo de descanso.
A veces es huida.
O estímulo constante.
O lista de lugares por tachar.
Durante años, entendí el turismo como movimiento: moverse para ver, para hacer, para contar.
Pero en el retiro de este mes entendí otro tipo de viaje.
Uno que no te lanza fuera, sino que te devuelve a ti.
Dormir en calma.
Escuchar el cuerpo.
Moverse sin metas.
Cuidarse sin tener que hacerlo “productivo”.
🌿 Ese retiro no fue una desconexión del mundo.
Fue una reconexión conmigo.
Y desde ahí, con las demás.
Me hizo cuestionar cómo concebimos el descanso, el turismo, incluso la hospitalidad.
¿Por qué tantos alojamientos aceleran lo que debería ralentizarnos?
¿Por qué seguimos diseñando experiencias que saturan los sentidos, en lugar de abrirlos?
💭 ¿Y si viajar no fuera consumir, sino habitar?
¿Y si descansar fuera también dejarse tocar por un lugar — emocional, simbólica y físicamente?
Como futura profesional ESG, empiezo a preguntarme:
¿Cómo sería una hospitalidad que cuide?
¿Cómo sería un turismo que no arrasara lo local ni lo interno?
¿Y si plataformas como Airbnb apostaran por una hospitalidad con cuerpo, cuidado y conexión?
🌱 El martes lo desarrollo con una propuesta concreta.
Pero hoy solo quería compartir esto:
no todos los viajes te alejan.
Algunos te devuelven.
Cuidar también es estrategia.